“La desconstrucción del cristianismo”, de Jean-Luc Nancy

Desconstrucción del cristianismo Nancy

Resumen de “La desconstrucción del cristianismo”, de Jean-Luc Nancy

I. Ante la incuestionable inmersión de nuestra cultura en el cristianismo, la pregunta de Nancy: “¿En qué y hasta qué punto dependemos del cristianismo?”. Un cuestionamiento obviado a lo largo de los años.

Hay un ocultamiento sistemático de las referencias cristianas en la filosofía. Y más precisamente, porque hay cristianismo es que nuestra cultura se ha constituido como la conocemos y cuestionamos en nuestra época.

Referencias: griega — cristiana — judía. La tradición contemporánea (Husserl, Heidegger, Derrida) han dado importancia a la relación griega-judía, pero no a la cristiana, pues no “quisiéramos mirar de frente”. Fenomenológicamente, lo cristiano es para Nancy, “la cosa misma que hay que pensar”. Requiere dos preceptos: a) “Sólo puede ser actual un cristianismo que contemple la posibilidad de su negación” y b) “Sólo puede ser actual un ateísmo que contemple la realidad de su procedencia cristiana”.

Están fuera de lugar las críticas ásperas, crueles, desvalorizadoras (volterianas o nietzscheanas), y también aquellas que orillan a la actualización o renovación (aggiornamento). Ni atacarlo ni defenderlo, ni perderlo ni salvarlo, pues son extemporáneos. Si Nancy ha de incluirse en el tiempo debe de ir a la historia, donde están las razones profundas. En este sentido, el estado de autosobrepasamiento es aquel que le es propio, que responde a tu “tradición más profunda”.

Nancy argumenta que la condición de autosobrepasamiento se debe a que el cristianismo ha dejado de “servir de sustento” como estructura organizadoras, de frente a la experiencia contemporánea de fragmentación del Yo. El cristianismo ya no es proveedor de un sentido común, como tampoco lo es el sentido en sí, llamado como “el fin de las ideologías”. Ya no hay un sentido común, compartido, al que se mire y se tenga por fin a cumplir.

Axiomas: 1) “El cristianismo es inseparable de Occidente” y como tal, el cristianismo se enraíza como una negación de lo anterior, así como el mismo Occidente del mundo antiguo. 2) “La descristianización de Occidente no es una cuestión baladí […] lo que nos sujeta todavía en muchos aspectos a Occidente son las nervaduras mismas del cristianismo.” Nuestro pensamiento en sobre manera cristiano. La pregunta misma, qué me hace cristiano, implica tocar aquellas raíces. Cómo se puede preguntar por lo que uno siempre ha sido. Para Nancy “cómo somos todavía cristiano” es ir a la extremidad última del cristianismo. 3) “Occidente mismo […] es lo que se cumple desnudando una nervadura muy particular del sentido…”. Es un bucle retroalimentado: preguntarse por Occidente es preguntarse por el sentido y, en este sentido, colapsar la noción de sentido es colapsar a Occidente mismo. En este sentido, si Occidente quiere permanecer, tiene que desprenderse de sí mismo, desprendiéndose entonces del cristianismo. Nancy no busca rechazar una tradición, por eso propone una desconstrucción, “afrontar lo que viene a Occidente y al cristianismo de más lejos que ellos mismos”. Una “procedencia del cristianismo”, otra posibilidad, sin que esto garantice el salvaguardo de lo cristiano.

Degradación del cristianismo → efecto del devenir moderno (racionalización, secularización y materialización). Un razonamiento de este tipo olvida o niega la procedencia misma de “lo moderno” desde “el mismo devenir cristiano”. Se desaprovecha entonces poder comprender lo moderno desde su referencia cristiana.

“[…] cual Occidente somete a las religiones”. Tensión entre Integrismo—Adaptación. Integridad o Desintegración. ¿Hay una propiedad nuclear del cristianismo y, de haberla, qué posibilidades tiene de “devenir”? ¿Es la apertura la esencia del cristianismo? ¿Qué es apertura? Apertura: “como distensión, como separación, como lo “abierto” heidegeeriano”.

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“Más horizontes” vs. Recuperar la horizontalidad (el carácter de horizonte).

Apertura del cristianismo, esta “distensión de sí”, relación consigo para salir de sí. La realidad histórica es una génesis compleja: “proyección de la Navidad”, un nacimiento puro y simple, que “adviene y cambia todo”. Dice Nancy que esta proyección puede rastrearse en nuestra cultura, encontrándose (sin quererlo) en “un estado cristiano”. “[…] el cristianismo es este muy curioso acontecimiento de nuestra historia que impone por su propia lectura, y en su propia tradición, el doble esquema de una sobrevenida absoluta (que he llamado “Navidad”) y, al mismo tiempo, de una superación dialéctica o, si no puede llamársele así, de una integración de toda la herencia anterior, ya que el cristianismo se concibe a sí mismo como reanudación y relevo del judaísmo, del helenismo y de la romanidad”. En el fondo el cristianismo niega para sobrepasarse: “de la Ley antigua a la Ley nueva, del logos en el Verbo, de la civitas en la civitas Dei, etc.”. El cristianismo se concibe a sí mismo como movimiento, donde una fe se descubre tomando como referencia lo que le precede, referencia que ella renueva y aclara. “[…] la fe cristiana es ella misma la experiencia de su historia”, pues, comenta Nancy que es tesis teológica católica que “el plan de la salvación sea indisociable de la historia humana”.

Página 9 (abajo). La salvación es indisociable de la historia. Para el cristianismo no basta con un misterio y su acceso a él, sino que en el “andar”, en la marcha es que se da la revelación misma. Entonces (lo poco que puedo entender) el sujeto en su andar, que tiene una apertura, “la historia como apertura del sujeto”, que sólo es sujeto como sujeto histórico, progresivamente, “que no adviene de un solo golpe”, hace que, en opinión de Nancy, el cristianismo sea (citando a Gauchet) “la religión de la salida de la religión”.

Del paso a la presencia, paso de antecedentes que busca descifrar y presencia en un porvenir infinito de posibilidades que convergen en el advenimiento. Del paso a la presencia = sentido. Cristianismo como dimensión de sentido: a la vez “la apertura del sentido y el sentido como apertura”. Cuando se confunde presencia con paso, el advenimiento glorioso de Jesucristo al fin de los tiempos con la marcha propia de los hombres, el sentido se agota, “muere Dios”, “el cristianismo se cumple en el nihilismo y como nihilismo”. El cristianismo es entonces “el sentido hasta su exceso”, “es la protención (avance del presente) hacia el sentido”, “el sentido del sentido”, “el sentido que ya no ordena y que ya no se emplea en nada” más que en sí… Es la revelación cristiana.

Desconstrucción. También atravesada por el cristianismo. “[…] desmontar, desensamblar, dar juego al ensamblaje para jugar entre las piezas de este ensamblaje una posibilidad de la cual procede pero que, en tanto que ensamblaje, encubre”.

El cristianismo anuncia, desde su origen, el fin, donde el mensaje “es el corazón del cristianismo”. La esencia, el esquema de lo que es proclamado, el esquema del anuncio. No anuncia nada.

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El anuncio se ha dado, si entiendo bien (algo), no sólo en una construcción teológica, sino también en la relación histórica con una “historia de la filosofía”. El anuncio como filosofemas, “en el curso de nuestra historia y de nuestra tradición”.

II. Categorías cristianas: Fe. “[…] categoría de un acto, la de un acto de y en la intimidad”. La fe es una referencia a Dios y su amor que no están ambos ahí presentes. Fe se distingue de creencia, pues se cree cuando no se tienen pruebas. Fe es “mirar sin nada más”. Fe es la mira misma y que ella en sí tiene sentido. Más ampliamente, la fe sería ser testigo del advenimiento sin que el hecho mismo se dé. A diferencia de la creencia, que se cree porque se espera, porque falta, porque se carece de lo que sea, la fe es “por sí mismo fidelidad, confianza y apertura de la posibilidad de aquello en lo que ella confía”.

Para nuestra cultura la fidelidad a la fidelidad. Fieles que debemos y queremos ser fieles. Fieles a qué, se pregunta Nancy: Al sentido, es decir, fieles a la fidelidad.

Categorías cristianas: Pecado. Ya no es vigente hablar en términos del pecado. Ahora el cristianismo es más uno del amor y la esperanza y menos del pecado. Sin embargo, cristianismo sin pecado ya no es cristianismo. Olvidar el pecado es aceptar la que la desaparición de una de las categorías del cristianismo sería “su consumación”. Pecado no es lo mismo que falta. Falta es una trasgresión, un incumplimiento que tiene por consecuencia un castigo. El pecado no es acto es una condición… original. “Una condición original de historicidad, de desarrollo”. El pecado permite la generación, de la historia de la salvación y “de la salvación como historia”.

El hombre pecador más que el pecado. El que es perdonado es “regenerado” y nuevamente entra en la historia de la salvación. El que peca regresa el sentido hacia sí, referido a sí, “no distendido y no abierto al otro”, siendo esta la condición pecadora. El egoísmo es el mal. En contraste la santidad es la apertura cuando el pecado es el cierre. La salvación, por tanto, no depende de uno mismo sino de la apertura, como la gracia de su Creador. “EL pecado es un endeudamiento de la existencia como tal”.

Finalmente, como aglutinante, el Dios-vivo, que no es representado ni representable, sino que está vivo. No comprendo bien a Nancy aquí y cito lo último al respecto del Dios-vivo: “Es lo Abierto como tal, lo Abierto del anuncio, del proyecto, de la historia y de la fe, que, por el Dios-vivo, se revela en el corazón del cristianismo”.

Lo Abierto como horizonte de sentido. Lo ambiguo. “En su absolutez, abre sobre sí mismo y no abre más que sobre sí mismo, infinitamente”. Es ahí cuando el cristianismo se hace nihilismo.

Referencias

Este resumen fue realizado a partir del texto de Jean-Luc Nancy, “La déconstruction du christianisme”, Les Études Philosophiques 4 (1998), pp. 503-519. Publicado en castellano en: Revista de Filosofía Universidad Iberoamericana núm. 112, año 37 (enero-abril) 2005, pp. 7-28. Traducción: Javier de la Higuera y José Carlos Bernal Pastor.

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