¿Qué es la cultura?
En opinión del antropólogo italiano Marco Aime, nos hemos adaptado en función de nuestro entorno mediante un proceso de hominización, donde los instintos son sustituidos por haceres y estrategias que hoy llamamos culturas.[1] La cultura es aquello que sostiene lo humano mismo, que gracias a ello sobrevivimos como especie. En este sentido, la cultura no es un asunto acabado y externo al hombre, sino inherente y en constante (re)construcción. No es sólo lo que podemos ver en el comportamiento de los demás sino también el código, la clave de acceso que usamos para leer e interpretar. No es una descripción sobre lo observado sino la claridad de un criterio sobre qué y cómo se observa. La cultura no es un suceso que existe per se, sino que somos los individuos los que respondemos a ella, los que la producimos y reproducimos: “es un concepto construido”[2] o “una abstracción”[3] que experimentamos en lo individual pero que interpretamos desde una comprensión común que podemos llamar cultura.
La cultura se construye relacionalmente en la vacuidad existente entre los hombres, que es llenada por comunicación y comportamiento, buscando ordenar lo que no tiene un significado humano, dando un significado a lo que vive sin que esto tenga un sentido inherente. Podemos comprender porque nos remitimos a reglas compartidas, donde el lenguaje[4] es una de ellas, la más cultural, la más fabricada por el hombre. El lenguaje como un instrumento que nos ayuda a resolver los problemas humanos, conflictos que, paradójicamente, están propiciados a partir de él mismo, pues pretende desentrañar “nuestros problemas ontológicos”[5], cuando en realidad ha contribuido a fabricar esos mismos embarazos, pues se “inventa[n] las cosas, su perennidad, su sustancialidad, su “existencia””[6], indagando sólo tangencialmente al ser.
Para comprendernos elegimos formas arbitrarias, que pueden o no estar condicionadas por distintos factores que establecemos como telarañas (Max Weber (1864-1920)) y en las que nos enredamos, confundiendo lo natural con lo humano. De esta manera nos hacemos de la naturaleza por un mal entendido. Se puede decir que la naturaleza sometida es la cultura, específicamente la cultura occidental.
Cultura y naturaleza
Hay una ambigüedad limítrofe entre cultura y naturaleza, pues la acepción “natural” es debidamente cuestionada cuando es relacionada con los asuntos humanos, pues de natural no tiene nada, ya que en estado natural no existe ningún tipo de familia, sociedad, comportamiento, etcétera. Cuando los modernos pensaban en cultura, lo hacían referida a un suceso pasado: tradiciones, costumbres y legado, sedimentos de un otro tiempo repetidos una y otra vez, estableciendo hábitos. Se volteaba al pasado buscando elaborar definiciones, olvidando el presente y dejando de considerar el proyecto futuro. El moderno discrimina: «nosotros los hombres de ciencia, occidentales modernos y civilizados que poseemos la historia (Hegel); y los otros, los hombres de la cultura y la tradición» que viven alejados de la verdad.
Referencias
[1] Marco Aime, Cultura, Tr. Inés Marini. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 1ª edición, 2015. p.14
[2] Ibid., p.20
[3] Ibid., p.34
[4] Nietzsche y las limitantes del lenguaje
[5] Fernando Savater, Nietzsche. México: Aquesta Terra, 1ª edición, 1993. p.71
[6] Idem.