¿Qué nos aflige existencialmente?

Nos preocupa existencialmente nuestra vida concreta, lo habitual, lo que nos es inmediato en ella: la ida al trabajo, nuestras relaciones que nos dificultan o sustentan, nuestro cuerpo y cómo nos señala el paso de los años, las nuevas oportunidades laborales, las necesidades económicas, la idea que tienen otros de mí, nuestro deseo sexual insatisfecho, las creencias y hábitos sociales que nos hacen dudar sobre lo que debemos de hacer y si es —o no— lo correcto; nuestra relación con Dios, el como somos (o seamos) vistos por los otros, el sentido de nuestra vida, nuestra seguridad, y un largo, largo etcétera. En concreto, porque nos ocupa nuestra existencia es que “vivimos en una incesante preocupación por nosotros mismos” (E. Fink) pues somos los únicos seres (los seres humanos) a los que su ser “le va por su ser mismo” (Heidegger), es decir, que en esa implicación cuidamos de nosotros mismos: morimos, trabajamos, luchamos, amamos y jugamos.
Admitir nuestra condición inacabada ante el movimiento constante de la vida no es tarea fácil ni definitiva, pues está en juego nuestra existencia y nadie, más que nosotros, somos responsables de ocuparnos de ella. Nadie puede vivir por nosotros, ni morir por nosotros, ni sufrir o amar por nosotros: experimentamos soledad.