El yo surge en el proceso de dialogar, no sólo antes ni tampoco sólo después; no es anticipación ni resultado, sino proceso. Se acompaña de una reflexión ética, es decir, “una reflexión acerca de los fines que están en juego”, y que implica el ejercicio de la libertad.

La necesidad del diálogo
En tiempos donde el exceso de gritos y de “acontecimientos importantes” se estiman como relevantes, la necesidad del diálogo resurge desde y hacia nuestro interior, desde y hacia nuestras relaciones.
Para la Psicoterapia Existencial, la conversación dialógica es un fundamento para la comunicación y el fermento que abre la posibilidad de que los participantes sean “atravesados” por él, ser el diálogo mismo en cada encuentro. Cliente y terapeuta están ahí, abiertos a lo impredecible del encuentro auténtico. La Psicoterapia Existencial promueve más una actitud que una técnica, más un compromiso ante la vida que un imperativo cultural, más una invitación a ser participantes de nuestra vida que espectadores de ella.
A continuación se resumen (a modo de viñetas) tres ideas de tres diferentes pensadores. Pablo Lazo, actual director del departamento de filosofía de la UIA, hace un recuento hermenéutico del Diálogo y su relación con la manera en que concebimos el mundo, es decir, del mundo acabado en uno mismo (el Yo cartesiano del siglo XVI) al mundo creado a partir del lenguaje y la comunicación con otros (el Yo con otros Yo’s). Seguido, una breve reflexión que hace el filósofo y teólogo judío Franz Rosenzweig (compañero de trabajo de Martin Buber e influencia de pensadores como Walter Benjamin y Emmanuel Lévinas) en su escrito “El nuevo pensamiento”, en donde apunta la diferencia entre pensar y hablar.
“Diccionario de la Existencia” (Pablo Lazo)
“El diálogo que somos”, implica comprender las prácticas culturales que nos permiten ir definiendo nuestra identidad. Dialogamos con el mundo y con los otros.
Antes, la idea del monólogo, de sujetos acabados en sí mismos sin la necesidad de relacionarse. Sujetos autosustentados. La crítica del “yo racional unitario e inherentemente autosuficiente lo que se pone en crisis con el giro lingüístico de la filosofía”. La necesidad de construir un Yo dialógicamente con un Tú para poderse “autoconfigurar”.
Diálogo = el logos compartido.
Gadamer, Derrida y Foucault, critican la epistemología representacional, el logocentrismo permeado al humanismo y el sueño antropológico. El punto es discutir acerca del carácter no monológico del Yo.
Antes entendida Persona como lo acabado en sí mismo. Ahora, persona remite a las posibilidades de adquirir diferentes rostros, en la medida en que significamos las diferentes posibilidades del mundo.
Significamos el mundo – Transformamos nuestras interpretaciones – alteramos los fines y propósitos. La interpretación es de un agente con conciencia, es decir, no sólo describimos el mundo para representarlo, sino que además tenemos la capacidad de alcanzar “nuevos y más complejos fines de acción”, y con ello, transformar nuestro estar en el mundo.
Relacionalidad
Otra condición dialogal de la persona es su carácter social. Las emociones son derivadas de nuestra relacionalidad. Por ejemplo, sentimos odio por algo no por nada y bajo un contexto relacional, donde las emociones son derivadas de nuestra relación con los otros no con la nada. Es decir, si sentimos emociones es porque estamos en relación con otros similares a nosotros. Sin embargo, lo anterior no es una condición que por estar dada (no podemos renunciar a estar en relación) tengamos “la capacidad de ponderarlos y hacerlos” nuestros, pues sólo tendrá sentido en la medida en que somos auto-conscientes de estos valores.
Lenguaje
La actividad de ser persona es una actividad lingüística (producción simbólica y no solamente el habla o la escritura). “De este modo, una articulación hermenéutica permite la apertura al mundo mítico, religioso, artístico, de pensamiento abstracto y de vida institucional que nos conforma como seres humanos.”
Articulamos lo anterior (mitos, religión, arte, metáforas, etc.) en forma de conversación y dialéctica, pregunta-respuesta propias del diálogo. Se pregunta y se responde desde una realidad, esperando una respuesta que contraste con esa realidad nuestra y que transforme al mismo que pregunta y responde, enriqueciendo o empobreciéndonos ontológicamente.
El lenguaje como “espacio público”. El lenguaje como eso que permite que la manera en como significamos el mundo sea compartido con el otro por medio de aquel (lenguaje, horizonte de sentido mundano), que nos es común. “Somos participantes de un acto común de enfocamiento del mundo.”
El lenguaje como expresión de cierta forma de ser en el mundo. Lo lingüistico establece “una dialéctica entre necesidad y libertad, entre la forzosidad de tener que expresa lo que tiene sentido para nosotros dentro de un horizonte ya dado, y la libertad de modificarlo según ciertos parámetros de lo que contrastativamente consideramos qué es más importante o digno o justo, etc., que otra cosa”.
Surgimiento del yo
El yo, hegelianamente, sólo se gana (se encuentra, se construye, se conformar, etc.) en relación con otras identidades en encuentros u oposiciones dialógicas.
Descartes, “no comprometido o vinculado con el mundo social”, la crítica romántica, “la experiencia subjetiva se lía realmente con el ideal de autoproducción o autoexpresión, y se abre así al todo social y la materialidad del propio cuerpo como esenciales en la autodescripción que hace el yo de sí mismo”.
Nuestro yo siempre relacionado con un espacio ético. Para el preromántico somos objetos entre objetos, que no necesitamos de los otros para ser lo que somos: sujetos monológicos.
Contemporáneos: “describe al yo como esencialmente comprometido con sus prácticas en el mundo, y es capaz de articularlas”. Retoma al cuerpo y al otro, la comprensión encarnada (cuerpo) y el compromiso de un yo con sus prácticas en el mundo, el nosotros, “un mismo ritmo”, por ejemplo, cuando conversamos (lenguaje no verbal, las palabras dichas, las posturas del cuerpo, etc.). La “acción dialógica”.
El yo surge en el proceso de dialogar, no sólo antes ni tampoco sólo después; no es anticipación ni resultado, sino proceso. Se acompaña de una reflexión ética, es decir, “una reflexión acerca de los fines que están en juego”, y que implica el ejercicio de la libertad.
“El nuevo pensamiento” (Franz Rosenzweig)
Pensar no es lo mismo que hablar. El que sólo piensa no necesita el tiempo. El que busca hablar, necesita del tiempo pues está consciente de la finitud de su extensión en éste (en el tiempo), condición irrenunciable que le hace preguntarse por el sentido de su vida: no poder anticipar nada, tener que esperarlo todo, depender del otro para lo más propio. Necesidad de tiempo es necesidad del otro, es tomar en serio al tiempo. Pensar es no pensar para nadie y no hablar a nadie. Hablar es hablar a alguien y pensar para alguien. Es convertirse en “yo con otro” y no más bien quedarse en la ilusión del <<yo>> que surge y acaba en sí mismo.
“«Libertad» es lo que más os gusta aullar: pero yo he dejado de creer en «grandes acontecimientos» tan pronto como se presentan rodeados de muchos aullidos y mucho humo.
¡Y créeme, amigo ruido infernal! Los acontecimientos más grandes – no son nuestras horas más estruendosas, sino las más silenciosas.
No en torno a los inventores de un ruido nuevo: en torno a los inventores de nuevos valores gira el mundo; de modo inaudible gira.”
Nietzsche (Así habló Zaratustra, 1883)