La filosofía para Hume

La filosofía para HumeLa filosofía para Hume

Los principios metodológicos de los que parte Hume son: a) Todas nuestras representaciones se fundamentan en la experiencia y b) Las cuestiones de hecho, es decir las proposiciones fácticas, no son reductibles a relaciones de ideas.

De la comparación que hace al inicio del ensayo “De las distintas clases de la filosofía”, Hume comenta que la filosofía fácil y asequible será la que preferirá la gente, pues es más útil al tener un mayor involucramiento en la vida cotidiana, pues “moldea el corazón y los sentimientos”[1], incidiendo en su conducta para acercarse más a la perfección. En contraste, la “filosofía abstrusa [recóndita, de difícil comprensión o inteligencia]”[2], queda lejos de la gente, terminando por ser un conocimiento sólo de plebeyos.

Para Hume la filosofía debe de ser algo práctico, cerca a la vida cotidiana y dice al respecto que:

 “[…] nada puede ser más útil que ensayos de estilo y desarrollo sencillos que no se apartan demasiado de la vida, que no exigen aplicación profunda o recogimiento para ser comprendidos, y que devuelven al estudioso a la humanidad imbuido de nobles sentimientos y sabios preceptos, aplicables a cualquier exigencia de la vida”.

Y agrega más adelante que:

“Mientras aspiramos a la firmeza del sabio filósofo y mientras nos esforzamos por limitar nuestros placeres exclusivamente a nuestras mentes, podemos llegar a fin de cuentas a hacer nuestra filosofía semejante a la de Epicteto y otros estóicos, tan sólo un sistema más refinado de egoísmo, y, mediante razones, colocarnos más allá de toda virtud y disfrute social. Mientras estudiamos con atención la vanidad de la vida humana y encaminamos todos nuestros pensamientos al carácter vacío y transitorio de las riquezas y de los honores, quizá estemos tan sólo adulando nuestra indolencia natural que, odiando el ajetreo del mundo y la monotonía de los negocios, busca una apariencia de razón para permitirse una licencia total e incontrolada”[3].

Sin embargo, Hume señala que la filosofía práctica no puede olvidarse de aquello que le debe a la filosofía rigurosa y abstracta (a entender, la metafísica), pues gracias a ella la filosofía práctica puede “alcanzar un grado suficiente de exactitud en sus sentimientos, preceptos o razonamientos”[4]. De manera que, así como un pintor requiere conocer de anatomía y de arte pues una sin la otra quedarían incompletas, técnica y reflexión no pueden estar separadas.

Puede interesarte  Las ocho características de un proceso experiencial (GENDLIN)

También para él la filosofía debería de estar permeada a toda la sociedad, a todo “oficio y profesión”, pues de esta manera todos ejercerían de manera más “sutil”, “equilibrada”, “segura”, “precautoria”, etc. De cualquier manera, Hume critica a la metafísica “falsa y adulterada”, al creer que entra en lugares demasiado obscuros a los cuales el entendimiento humano no tiene acceso. Al desarrollar esta serie de ensayos, lo que busca nuestro filósofo es “liberar inmediatamente el saber de estas abstrusas cuestiones”[5] al investigar el entendimiento humano (“las diferentes operaciones de la mente, separar las unas de las otras, clasificarlas en los debidos apartados y corregir aquel orden aparente en que se encuentran cuando las hacemos objeto de reflexión e investigación”[6]), de manera que se cultive la “verdadera metafísica”. A diferencia de Locke, nuestro filósofo apunta la necesidad de no quedarse sólo con los objetos externos de la experiencia, que son los de nuestros sentidos, sino incluir las operaciones de nuestra mente.

Referencias:

[1] David Hume, Investigaciones sobre el entendimiento humano, Tr. Jaime de Salas Ortueta. Madrid: Alianza, 5a reimpresión, 1988. pp. 21

[2] ibidem

[3] idem, p. 63

[4] idem, p. 23

[5] idem, p. 26

[6] idem, p. 27

,

Agenda una cita