La diferencia

Diferencia_dialogo_existencial

Cansancio

Uniformidad de excitaciones, persistencia de impresiones, costumbre por lo que está lleno, repetición regular de lo mismo.  Lo que se prolonga indefinidamente, lo que se desea perpetuo y que, sin embargo, coexiste con el vacío, nos ocasiona cansancio. La costumbre nos empalaga y, en nuestra repulsión al cambio, nos vemos embargados por la fatiga. Así, lo permanente nos insensibiliza.

Cambios, sacudidas, irregularidad, excitación, son las condiciones opuestas que posibilitan nuestra sensibilización. Contienen en sí la uniformidad pero le son desleales a cualquier forma de ella. Así, puede decir Nietzsche que “[e]sencialmente sólo se siente el cambio”.

El aburrimiento que se convierte en hastío es “afortunado” pues lleva a aquel a su fin. Pero lo anterior es posible sólo si nuestro fastidio cuenta con el suficiente impulso vital para producir la intensidad necesaria “que conlleve [a] la negación del estado”. En otras palabras, dejar de estar aburrido requiere, paradójicamente, dejarse aburrir <<hasta la muerte>> como posible curación.

Máquinas

Tal vez lo contrario a la diferencia es la máquina. En El caminante y su sombra dice Nietzsche que en ella las “multitudes humanas” actúan de manera organizada y no propician la “soberanía individual”. A una máquina que le corresponden muchos individuos para “un fin”. La máquina que “enseña” “la utilidad de la centralización”, producto de la inteligencia de los hombres, pero que sus operarios requieren poco para ponerlas en marcha, les exige “bajas fuerzas carentes de pensamiento”.

La máquina, que genera fuerza, pero que al hombre no le da “un impulso de elevación”, que lo haga un mejor hombre, un artista, sino que lo convierte en hombre “activo y uniforme”… que lo aburre a la larga y que lo hace buscar en otro lado donde poner su ociosidad. “La máquina que es impersonal” (§288), le quita el orgullo, lo particular de la humanidad del artesano.

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Así, podemos decir que… hay que cuidarse de “la pereza del impulso de vivir” que nos invita a la mecanización… Y hay que recordar que “sólo se siente siempre la diferencia”.

Referencia:

Friedrich Nietzsche, Nosotros los filólogos «El valor de la vida» de Eugen Dühring (Fragmentos póstumos, invierno 1874 – verano 1875), Tr. José Luis Puertas. Madrid: Biblioteca Nueva, 1a. edición, 2005.

— El caminante y su sombra, Tr. Germán Cano. Madrir: Gredos, 1ª edición, 2011.

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