
Para Georg Simmel, extranjero es la “forma sociológica” que reúne la condición nómada con su opuesto: la fijación. Extranjero es aquel que ingresa en un nuevo círculo (social, político, lúdico, etc.) sin conocer las condiciones de aquel espacio al que ingresa, pues no ha pertenecido a él desde siempre. Además, el extranjero trae consigo significaciones de su propio mundo –sus propias fijaciones–, mismas que no puede replicar ni proceder en el nuevo mundo al que accede.
Para Simmel, toda relación humana es unión de proximidad y lejanía. Distancia significa “la lejanía de lo cercano”[1]. Para el extranjero, todo lo que le es próximo y cercano es al mismo tiempo lejano y ajeno, condición que puede resumirse en: “la cercanía de lo lejano”[2]. Sin embargo, el hecho de ser extranjero no demerita su relación como parte de un conjunto de relaciones humanas, de interacciones valoradas positivamente, de manera que, para una sociedad, la figura del extranjero es considerada, al mismo tiempo, exterior y representación de una confrontación al grupo por su condición de extrañeza para ellos.
El extranjero no posee tierras. Tiene un carácter (expresión) de movilidad, contrario a los integrantes del grupo que permanecen fijos en él. Entra en contacto con los elementos del grupo pero no se liga orgánicamente a él, es decir, no existen “lazos de parentesco, localidad o profesión”[3]. También se caracteriza por expresarse –en el sentido amplio– con objetividad; entonces, al no estar ligado al grupo –y a sus costumbres, valores, creencias, etc.–, tiene la peculiaridad de acercarse “objetivamente” a las cosas que suceden, lo que no significa que sea por desinterés o pasividad, sino que es una lejanía en la proximidad o una indiferencia con interés. Para Simmel, esta objetividad representa para el extranjero una expresión de libertad, pues “el individuo objetivo no está limitado por ningún prejuicio que pueda comprometer su observación, comprensión y valoración de los hechos”[4]. Lo anterior presupone el riesgo de ser inculpados (y que lo han sido históricamente) como promotores de levantamientos sociales pues son ellos los que, se cree y se dice, ‘traen’ ideas diferentes del exterior.
Aquel asumido en la condición extranjera puede estar próximo o distante. Próximo cuando sentimos que compartimos con él lo ‘uno mismo’. ¿En qué somos “uno mismo”? Apunta Simmel que en “la naturaleza nacional, social, profesional o genéricamente humana”[5]. Y, distante, en la medida que nos damos cuenta que los rasgos que nos hacen ser ‘uno mismo con el otro’ no solo nos pertenecen al extranjero y a mí, sino al resto de las personas, volviéndonos ‘uno más de muchos’.
Al extranjero se le considera miembro del grupo, pues “comparte algo genérico y común con los otros”[6], alguien que está “cerca y distante”[7], teniendo un significado positivo para aquellos que reciben al extranjero. Pero no lo mismo con los bárbaros respecto de los griegos, explica Simmel, ahí se da una relación que tiene un significado negativo, pues los griegos no reconocen eso genérico y común entre las dos culturas. Hay una no–relación entonces.
Referencias:
[1] Georg Simmel, “El extranjero” (1908), El extranjero, sociología de lo extraño. Olga Sabido Ramos comp. Madrid: Sequitur, 1a edición, 2012. Pag. 21
[2] Simmel, p. 21
[3] idem, p. 22
[4] idem, p. 23
[5] idem, p. 24
[6] idem p, 25
[7] ibidem