Genealogía nietzscheana (1/2)
La “cultura histórica” es perjudicial, defectuosa y carente para Nietzsche, por mantener a los hombres en el pasado, en una incapacidad de olvidar[1]. Dicha permanencia hace que los hombres rechacen el presente y que constantemente sean infelices por mirar atrás; ver las viejas batallas y no poder revivir su historia desde otra perspectiva sino anclarse en la misma narrativa contada de antaño, confiando en que eso fue lo que pasó en verdad. Hombres que están siempre en el «me acuerdo cuando…».
El pasado es experimentado como una carga por aquellos que no pueden olvidar y es asumido como determinación, frente al cual el hombre sólo puede luchar, sufrir o aburrirse estérilmente: “un imperfectum que nunca llega a realizarse de modo completo”.[2] No es de extrañar entonces que dicha fijeza nos debilité ante un pasado que experimentamos en falta.
Sin embargo, Nietzsche aclara que no se trata de rechazar la historia, más sí una manera particular de comprender la historia y su sentido. Para ello, distingue entre olvidar y recordar, y la importancia de saber cuándo hacer qué, es decir, saber ser no histórico (ahistórico) o histórico, respectivamente, pues ambas “son en igual medida necesarios para la salud de un individuo, de un pueblo o de una cultura”.[3] ¿Hasta qué límite es entonces útil la historia?
La tesis nietzscheana es que sólo la historia que se acompaña de devenir (gobernada por una fuerza superior) brinda salud y porvenir. La historia debe de ser “para la vida y la acción”[4], específicamente para la “vida aprendida”[5] pues, por el contrario, el fenómeno histórico se muestra como “algo muerto”[6] asumido como conclusión de la vida.
Para el hombre de su época la vida es una constante negación, alimentada por la incapacidad de olvidar. Se niega lo que se tiene (en el presente) ya que no es lo que alguna vez se quiso… Alguna vez fue lo que se tuvo pero tampoco se quiso como se tenía en ese entonces por una expectativa de mejores tiempos. Y así podríamos ir hacia atrás en un encadenamiento ilusorio de desilusiones con la idea de un origen “precioso y esencial”[7], un comienzo de nosotros mismos donde todo era perfecto; o un origen en donde encontraríamos nuestra esencia, nuestra “identidad primera”[8], una forma anterior a todo lo accidentado que parecen nuestro alrededor: el origen entendido como “lugar de verdad”, inalcanzable, que siempre podemos refutarnos si en efecto es o no verdad, siempre cuestionado. Es así como Foucault entiende el por qué opositorio de Nietzsche de la historia como búsqueda del origen, planteando más bien las bondades de proceder genealógicamente.
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Referencias:
[1] Nietzsche enfatiza la importancia del olvido (entendido como desconocimiento), pues el hombre está engañado por su memoria, atado a su pasado mediante la posesión de una verdad que se repite inútil y viciosamente.
[2] Friedrich Nietzsche, Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida, Tr. Germán Cano. Madrid: Gredos, 1ª edición, 2011. 1874, 1
[3] Idem.
[4] Ibid., Prefacio
[5] Ibid., 10
[6] Ibid., 1
[7] Michel Foucault, Nietzsche, la genealogía, la historia, Tr. José Vázquez Pérez. Valencia: Pre-Textos, 4ª edición, 2000.
[8] Ibid., p. 18