Forja del Yo, desencanto del mundo (Tarnas) (2)

“[e]l yo humano moderno ha absorbido esencialmente todo el sentido y la finalidad en un ser interior, vaciando el cosmos primordial de lo que en otro tiempo constituyera su naturaleza esencial”.

Richard Tarnas

Desencanto
Jacques Réattu (Der Triumph der Zivilisation, 1795).

En una entrada anterior busqué resumir las distinción que hace Ricard Tarnas entre una visión primordial del mundo y la cosmovisión moderna. Hay que tener en cuenta que al hablar de “visión” nos referimos a todas las creencias y teorías con las que contamos (pues las hemos gestado culturalmente) para dar un significado a lo circundante. También a nuestros referentes cartográficos que nos ubican en las rutas de sentido y corrigen nuestros viajes hacia los destinos que hemos establecido como civilización. Nuestras metáforas, esas grandes “mentiras” con las que buscamos dar nombre a lo que señalamos y que van más allá de lo razonable haciendo de la vida una concatenación de imágenes sentidas. Nuestros mitos, esos relatos constitutivos de lo esencial que nos hace ser seres humanos y que compartimos con otros sin importar la época.

Esa visión —hay que tenerlo claro— que a lo largo de los siglos ha apuntado en distintas direcciones o con distintas intenciones, han sido “sólo” supuestos interpretativos, visiones del mundo que hemos hilvanado en corresponden a los mundos particulares que hemos habitado.

El papel de la “simbolización lingüística” como diferenciador entre nosotros y el mundo

Surgen las herramientas: un sujeto frente a un objeto. La “trayectoria prometeica”, del primer hombre que descubre un arma en el hueso de un antílope hasta la sonda espacial que sigue su trayectoria alrededor de la Tierra (Kubrick). La inteligencia y la voluntad humanas, con su instrumentalización (un énfasis importante en la cosmovisión moderna) sobre el mundo natural externo “al que se considera radicalmente <<otro>>: mecánico, impersonal, inconsciente, objeto de nuestro poderoso conocimiento”. Se promueve con esto la división sujeto-objeto.

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Desencanto (Max Weber)

“El desencantamiento, la negación del sentido y finalidad intrínsecos, cosifica esencialmente el mundo y por tanto le niega subjetividad”. Se infla la subjetividad humana, exacerba sus creencias de que es autogestionable (sin necesidad del mundo y su sentido propio) y se vuelca o modelar el mundo. Como se abona a la autodefinición (Charles Taylor) entonces el desenlace es un desencantamiento del mundo creado desde casi exclusivamente desde lo humano. Se “realza radicalmente el sentido de libertad y de subjetividad”, distinguiendo con mayor ímpetu el yo humano del mundo, el sujeto del objeto, la parte del todo. [Más sobre el tema en ¿Qué entender por “desencantamiento”?]

Diferenciación y desencantamiento

Surgen dos fenómenos que se entretejen en el proceso de transformación de la consciencia primordial a la consciencia moderna: diferenciación y desencantamiento. Se da una “radical relocalización del sentido y la inteligencia consciente, que se trasladan del mundo como un todo al yo humano en exclusividad.” Es decir, del anima mundi a la consciencia humana. De manera que, dice Tarnas, “[e]l yo humano moderno ha absorbido esencialmente todo el sentido y la finalidad en un ser interior, vaciando el cosmos primordial de lo que en otro tiempo constituyera su naturaleza esencial”.

La influencia de “lo religioso” en nuestra cosmovisión actual

Las religiones monoteístas conciben un uno a uno, es decir, Dios a hombre, hombre a Dios. Hacer al hombre a semejanza de Dios es darle al hombre un lugar especial en la creación. De manera que “[c]on la revelación de un ser divino trascendente como fundamento último de sentido y de valor, separado del mundo empírico de la naturaleza y en un nivel superior a éste, combinada con la asociación única del ser humano con esa divinidad trascendente, se da una enorme paso intelectual y psicológico hacia la elevación y separación del ser humano con respecto a un universo cada vez más vacío de significado intrínseco”.

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Esto es: tener una relación privilegiada con la realidad divina trascendente vacía al mismo tiempo el cosmos que podemos experimentar en lo cotidiano. Lo divino parece tener mayor lugar en la introspección del individuo con su propia divinidad (le han dicho que fue hecho a semejanza de Dios) que con lo circundante. Una posición privilegiada de “lo humano” con respecto al resto de la creación, justifica su ímpetu moderno, científico, explicativo.


Referencia:

Richard Tarnas, Cosmos y Psique, Tr. Marco Aurelio Galmarini. Girona: Atalanta, 3ª edición, 2006.

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