Ejercicios espirituales: Poner atención

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¿Qué es un ejercicio espiritual y qué persigue?

Se busca con estos ejercicios espirituales (Aprender a dialogar, aprender a morir y, ahora, poner atención) acondicionar al espíritu; ponerlo en forma. Tienen un valor psicagógico pues conducen y educan nuestra alma.

Si estamos dispuestos a seguir adelante con estos ejercicios espirituales hemos de detenernos en el efecto que buscan tener en nosotros y no en interpretar una manera adecuada de pensar o de sentirnos. Hemos de estar abiertos a nuestras nociones intuitivas.

Un ejercicio espiritual al día tiene el potencial de liberarnos de nuestros pensamientos, actos, etc., comunes. Es una tarea con uno mismo: “hacerse hombres [y mujeres] dign@s” en contra de un hábito de luchar con lo de afuera.

Los tiempos actuales demandan una espiritualidad que ninguna religión parece cubrir. Se utiliza la palabra “espiritual” por el rango que pretende cubrir Hadot. Así, al utilizar espiritual Hadot se está refiriendo a ejercicios que abarcan no sólo el pensamiento sino también la imaginación y la sensibilidad, además de “definición, división, razonamiento, lectura, estudio, amplificación retórica”. Son ejercicios —recuperando su ámbito ético— que “colaboran poderosamente en la terapéutica de las pasiones, incidiendo en la conducta vital”, dice Hadot. Una “totalidad psíquica”.

La atención es probablemente el ejercicio fundamental. Es la disposición plena que permite otra serie de ejercicios, como son: la meditación y la rememoración de cuanto nos es beneficioso; la lectura, la escucha, el estudio o el examen de consciencia, u otra serie de ejercicios que más adelante compartiré.

La importancia de la atención

Es una continua vigilancia y presencia de ánimo. Una consciencia de uno mismo. En constante tensión espiritual. Alerta a uno. Lo anterior tiene la intención de advertir y conocer plenamente cómo obramos [Nietzsche y la idea de lo próximo] a cada instante. Porque estamos vigilantes de nosotros mismos, de nuestro espíritu, “la regla vital fundamental” —date cuenta de lo que depende de tu voluntad y de lo que no lo hace— está siempre a la mano (<<a mano>>: procheiron), mediante principio fundamentales sumamente claros: “«No debes apartarte de tus principios cuando duermes, ni al despertar, ni cuando comes, bebes o conversas con otros hombres»”.

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Se sugiere el siguiente flujo:

Atención » Obrar » Atención » Corrección » Atención » Obrar » etc.

La atención también puede ser comprendida como la “concentración centrada en el momento presente” y aquí, dice Hadot, puede residir el secreto de los ejercicios espirituales.

En el momento presente:

1) Alegrarse compasivamente sobre lo que uno tiene a su alrededor,

2) Conducirse con un ánimo que no enjuicia a los que están a nuestro alrededor, y…

3) Examinar si la manera en que nos representamos al mundo circundante en ese momento admite (o no) “lo que sea inadmisible”.

El momento presente

El secreto del momento presente: 1) Liberarnos de las pasiones del pasado y el futuro —dice Nietzsche recordando a Séneca que para ser feliz hay que saber olvidar. 2) Dominar nuestro presente, “siempre soportable en su exigüidad”, es decir, en su insuficiencia, en su escasez. 3) “[A]bre tu consciencia a la consciencia cósmica, obligándote a descubrir el valor infinito de cada instante y aceptando cada momento de la existencia según la perspectiva de la ley universal del cosmos.”

No se diga más…

Referencia:

Pierre Hadot, Ejercicios espirituales y filosofía antigua, Tr. Javier Palacio. Madrid: Siruela, 1a edición, 2006.

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