Ejercicios espirituales: Aprender a morir

Sócrates murió por la fidelidad al Logos”, dice Pierre Hadot.

Platonismo: “el Bien es el fin último de los seres”.

entonces uno se sacrifica a causa del Bien.

entonces uno es virtuoso: “prefiero morir antes que renunciar a las exigencias de mi consciencia”.

entonces se prefiere el Bien por encima del ser, es decir, consciencia y pensamiento (Mundo de las ideas) por encima de la existencia corporal (Mundo sensible).

Si aceptamos, dice Hadot, que para los neoplatónicos el Bien es el fin supremo entonces “la filosofía implica el ejercicio y el aprendizaje de la muerte”, sometiendo las exigencias del deseo de existencia del propio cuerpo a las exigencias superiores del pensamiento. Muerte (en ese contexto) significa la separación “espiritual” del cuerpo y el alma.

El cuerpo

El cuerpo es visto por Platón como una “atadura” de la que el alma debe liberarse, “despojada de las pasiones ligadas a los sentidos corporales, con el fin de independizarse del pensamiento”. Es un ejercicio (con esfuerzo, claro está) para liberarnos de la parcialidad y de lo pasional que invitan al cuerpo y sus sentidos. Así, dado lo anterior, se promueve que al realizar este ejercicio uno pueda “elevarse hasta el punto de vista universal y normativo del pensamiento”. Nos sometemos a las exigencias del Logos y a la ley del Bien, según los neoplatónicos.

“Ejercitarse para la muerte supone, pues, tanto como ejercitarse para la muerte de la individualidad, de las pasiones, con tal de contemplar las cosas desde la perspectiva de la universalidad y la objetividad”. El resultado será pensarse a sí mismo mediante un “gran esfuerzo de meditación” para dialogar interiormente, habiendo silenciado nuestras pasiones —esas partes que, desde la visión de Platón, nos son tan “impestuosas”.

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Filosofía y muerte

Si la Filosofía es una preparación para la muerte (un ejercicio para la muerte dice Heidegger), el filósofo debe de contar con la virtud de la lucidez (vs. ociosidad). Aquel que se ha liberado de su cuerpo y que con ello se separa de su existencia sensible se abre a la inmortalidad del pensamiento.

Para los epicúreos saber que se va a morir y ser consciente de ello “concede un precio infinito a cada instante”, lo que hace que cada momento sostenga un valor sin medida. Los estoicos, por su parte, verán en la muerte “la enseñanza de la libertad” pues, como dice Montaigne, “quien ha aprendido a morir ha desaprendido a servir”. Quien aprende, con lucidez y dignidad a ver a la muerte transforma “el tono y el nivel” de su existencia interior. Para Heidegger, “la autenticidad de la existencia reside en la anticipación lúcida de la muerte”, sustento del cuidado de sí mismo.

“Para Platón el ejercicio de la muerte resulta un ejercicio espiritual consistente en cambiar de perspectiva, en pasar de una visión de las cosas dominada por las pasiones individuales a una representación del mundo gobernada por la universalidad y la objetividad del pensamiento.”

Una “conversión” que no le interesan las experiencias cotidianas del mundo sensible, “la pequeñez de los asuntos humanos”. Se menosprecia entonces la muerte (por ser humana), para dar paso a una “visión universal propia del pensamiento puro” que contempla “la totalidad desde una objetividad de la perspectiva universal”. Elevar el pensamiento a la perspectiva del Todo (el pensamiento puro) nos libera de las ilusiones de la individualidad.

Ejercicio espiritual

Un ejercicio espiritual que enfoca la visión en la totalidad: la idea que desde el inicio estamos en el todo y que al convertirnos en “algo” negamos la totalidad. Rechazar “cuanto no es el Todo” hace presente al Todo. Si este no se hace presente entonces no es que el Todo no se manifieste sino que nosotros nos hemos alejado de Él.

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El “progreso espiritual” en el platonismo

Se tienen “grados de virtud”: “purificación del alma por desapego del cuerpo, después conocimiento y superación del mundo sensible, y por último conversión hacia el Intelecto y hacia el Uno”.

Requiere ejercicios (nuevamente exige un esfuerzo):

1) “alejar el pensamiento de todo cuanto es mortal y carnal y, por otra [parte], entregarse a la actividad del Intelecto”.

Y 2) Régimen vegetarianos. Se invita a una contemplación que no remate en discursos y enseñanzas, sino que se generen enseñanzas que cumplan con un papel transformativo en nosotros.

Plotino

“Si se duda de la inmaterialidad y de la inmortalidad del alma es porque uno está acostumbrado a que su alma esté repleta de deseos irracionales, sentimientos violentos y pasiones.” La esencia de las cosas se descubre examinando el estado puro, haciendo a un lado los defectos (adiciones que hacemos, superfluo, lo torcido). Hace alusión al escultor que quita las imperfecciones para descubrir la belleza. Lo exterior que es ajeno a nosotros. Liberarnos y purificarnos (moralmente) de nuestras pasiones que nos nubla poder ver el “carácter inmaterial e inmortal” de nuestra alma.

Así, dice Hadot, “el conocimiento es ejercicio espiritual”. Estos ejercicios, además de ayudarnos a conocer nuestra alma, nos ayudan con nuestro Intelecto y, en especial, ese Uno que es principio de todas las cosas.

Referencia:

Pierre Hadot, Ejercicios espirituales y filosofía antigua, Tr. Javier Palacio. Madrid: Siruela, 1a edición, 2006.

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