Comprendiendo la Consciencia, por Velmans (1/5)

Comprendiendo la Consciencia

Comprendiendo la Consciencia, por Velmans (1/5)

Nuestra consciencia (consciousness) es como un pez en el océano. Experimentar conscientemente una gran cantidad de eventos, sentimientos, deseos, etc., no nos hace poder pensar, forzosamente, sobre la consciencia en sí. De manera que, solemos identificar la consciencia con algo más pequeño, algo que podamos observar y escuchar; algo que podamos creer que podemos identificar en nuestro cerebro. Cosas pequeñas (en comparación a la consciencia) como el pensamiento y el lenguaje.La comprensión que tenemos acerca de la consciencia depende también de nuestra historia intelectual. De si el universo está compuesto de una sola cosa (monismo) o de dos (dualismo). De si el mundo tiene una existencia independiente del observador (realismo) o de si la existencia depende de alguna manera de las operaciones de nuestra mente (idealismo). De si el conocimiento del mundo es público y objetivo, y de si el conocimiento de nuestra propia experiencia es privada y subjetiva.

En Occidente predomina el materialismo, inspirado por el progreso de las ciencias naturales y su interés por comprender el mundo material, sin poner atención a su propio ser.

Lo que es cierto es que, en la actualidad, las diferentes definiciones de la consciencia comienzan, gran parte de las veces, desde una teoría acerca de su naturaleza más que de la fenomenología de la consciencia en sí misma.

En nuestra vida diaria existen dos situaciones que contrastan entre sí, que nos informan acerca del entendimiento que tenemos de la expresión “consciente de”. Nos referimos a la diferencia entre el estado de vigilia y del sueño, la consciencia de estar despierto en el primer estado a diferencia del segundo. También comprendemos lo que es estar consciente de algo (despierto o dormido) en comparación con no estarlo. En este sentido, somos conscientes cuando experimentamos algo. Por el contrario, cuando experimentamos nada no somos conscientes. Cuando la consciencia está presente, el contenido fenomenal está presente. Por el contrario, cuando el contenido fenomenal está ausente, la consciencia también está ausente.

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En nuestro lenguaje diario podemos hacer referencia de diferentes maneras a la experiencia consciente: estar conscientes sobre lo que pienso, estar al tanto de lo que pienso o estar consciente al tanto de aquello que pienso. Los contenidos de la consciencia abarcan todo aquello de lo que somos conscientes, de lo que estamos al tanto o de lo que experimentamos.

Así, por ejemplo, al estar frente a un paciente, puedo decirle que, en este preciso momento, me doy cuenta sobre la manera en que mi cuerpo se apoya sobre el sillón, y como se hace presente la molestia en mi espalda, que me hace pensar en el poco cuidado que he tenido sobre mi cuerpo en los últimos dos años, porque puedo ver también su cuerpo diez años menor que el mío y darme cuenta sobre nuestras diferencias: el mío es más viejo que el suyo. Además, también estoy al tanto de su llanto, que cuando éste comienza, me pone alerta; y que a medida que se acumula me hace sentir conmovido y también un poco confundido; al tanto también de la manera desesperada en que me narra y comparte las preguntas que se hace a diaria, sin una clara respuesta; en que me hace recordar momentos decisivos sobre mi vida, en que las cosas no volvieron a ser iguales nunca más, por ejemplo. Que también estoy pendiente y al tanto de como hoy ha decidido enchinarse las pestañas, acción que nunca antes había visto que hiciera, no por lo menos en nuestro espacio, y que eso me hacía estar consciente de lo armónico que me parecía su rostro, contrario a aquella creencia suya de no ser atractiva a los demás. Y que me daba cuenta que las ideas comenzaban a competir entre ellas y que quería decirle que me ayudara en saber en qué debíamos enfocarnos. Darme cuenta de lo anterior me hace ser consciente acerca de mi deseo de querer compartir lo que pienso acerca de la manera que se muestra hacia mí, de la opinión que tengo respecto a ella, lo que también me pone nervioso, que lo sé por la manera en que mi voz comienza a temblar un poco y como el recuerdo de mis maestras de primaria se hace presente como admonitorios señalamientos correctivos sobre una actitud mal vista por la sociedad. O, acaso, puedo no decirle todo o no decirle nada y sólo mantenerme atento a lo que surge a mi consciencia.

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Los contenidos de la consciencia, entonces, no sólo son aquellas experiencias que están comúnmente asociadas con nosotros, tales como nuestros pensamientos, sentimientos, imágenes, sueños, sensaciones del cuerpo y demás, sino también el mundo tridimensional experimentado más allá de la superficie del cuerpo: el mundo de los fenómenos.

Cabe aclarar que consciencia no es sólo mente. Este término suele referirse a estados o procesos psicológicos que pueden o no ser conscientes. También, al decir consciencia, no sólo se refiere a la propia consciencia de uno, sino también a la consciencia de otras personas, del mundo externo, de las ideas en él, etc.

Dewey apunta que, comprender el significado de una cosa, un evento o una situación, es verla en su relación con otras cosas; es notar cómo operan o funciona, que consecuencias se siguen de ésta comprensión temprana, qué lo causa, y qué usos se le pueden dar. De tal manera que, para comprender lo que la consciencia es, necesitamos entender qué la causa, cuál puede ser su o sus funciones, cómo se relaciona con los procesos no conscientes del cerebro, y así.

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Referencia bibliográfica: Max Velmans, Understanding Consciousness. New York: Routledge, 2nd ed., 2009.

Imagen: Eye – M.C. Escher, 1946

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