“[…] Gracias a la física sabemos que en el universo todo tiende inexorablemente al desorden y a la pérdida de organización. Lo dice de modo explícito el segundo principio de la termodinámica, un precepto universal que no admite excepciones. En un sistema aislado —y es muy probable que el universo lo sea—, las cosas tienden invariablemente hacia la degeneración y el desorden con un aumento concomitante de la entropía, el indicador fundamental de la ausencia de orden y de organización interna.
Los efectos de este principio pueden observarse incluso en nuestra vida cotidiana. El calor pasa en forma espontánea de un cuerpo caliente a uno más frío, y nunca en sentido contrario; dos gases o dos líquidos se mezclan sin problemas, mientras que luego es muy difícil volver a separar sus componentes iniciales; la energía contenida en la leña que se quema se difunde espontáneamente como calor, pero este jamás va a reconstruir el material que sirvió como punto de partida. En otros términos: los procesos físicos son irreversibles, es decir, a lo largo del tiempo avanzan en una sola dirección, del orden al desorden.
Y sin embargo, la vida que conocemos es esencialmente orden, es decir, organización y control […]
[…] ¿Cómo se concilian, entonces, estas dos observaciones? Si todo avanza inexorablemnte hacia el desorden, ¿cómo hace la vida para existir, que intrínsecamente es producción y mantenimiento del orden interno? Parece que hubiera algo que no encaja, como si a los seres vivos se les permitiera violar el segundo principio de la termodinámica […]
La solución de la paradoja es bastante simple y lleva a la conclusión de que la vida ni tiene nada de particular, sino que sus fenómenos se ajustan perfectamente a los principios del resto del mundo. Puede demostrarse, en efecto, que la producción de orden por parte de un ser viviente queda suficientemente equilibrada por el simultáneo aumento del desorden en el medio ambiente […] un ser viviente no es un sistema cerrado sino abierto. En consecuencia, puede ser objeto de transformaciones que generan orden, pero a costa del orden de su medio circundante”.
Edoardo Boncinelli, Vida, Tr. Ana Miravalles. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 1a edición, 2015.