Bloques erráticos

Así como los bloques erráticos, el hombre también muda de casa, cambia de domicilio, de ciudad o país, de trabajo, se traslada a “otra forma de estar en sí”

Bloques erráticos
Erratic block on Cribarth: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Erratic_block_on_Cribarth_-geograph.org.uk-_458035.jpg

Bloques erráticos

En la época glacial, cuando los cuerpos de hielo dominaban el mundo, algunas rocas eran atrapadas por esas solidificaciones titánicas. Los glaciares transportaban cúmulos septentrionales —desde el polo norte— a lugares remotos, recorriendo distancias de hasta mil doscientos kilómetros, para entonces (con los deshielos propios de la cercanía al ecuador), ser depositados en lugares desconocidos, ajenos a las condiciones que dieron origen geológico a aquellas rocas.

Llevan por nombre bloques erráticos1, y su gran tamaño contrasta, normalmente, con las rocas nativas de la zona en la que son “dejados”. Su sentido (instrumentalista) va más allá de nuestro asombro pues contribuyen a reconstruir las rutas que seguían los glaciares, la posición original del glaciar al hacer un estudio litográfico sobre la “roca madre” y en la reconstrucción de la historia climática de la Tierra. Inclusive, a varios bloques se les ha dado un nombre y otros han sido utilizados con fines ceremoniales.

La extrañeza

Así como los bloques erráticos, el hombre también muda de casa, cambia de domicilio, de ciudad o país, de trabajo, se traslada a “otra forma de estar en sí”2. O tal vez, puede ser el caso, que está en medio de una pandemia, con un mundo que conoció desmoronándose como un viejo recuerdo y teniendo como nueva morada un lugar que se despliega confuso y ajeno. Es la metoikesis3 para Sloterdijk,

“entendida como metáfora de la muerte y título de la última metamorfosis, entraña una alusión a la honda movilidad de la existencia humana que está más implicada como cambio de lugar a la misma escala y en el mismo elemento […] En la palabra metoikesis se esconde el motivo inicial de una teoría del cambio universal en la perspectiva antropológica”.

Cambiamos de domicilio: transformamos lo que por definición es permanente. Un día despertamos en un paraje desconocido. Caemos en cuenta que no tenemos la mas remota idea de cómo hemos ido a parar a ese lugar en donde estamos. Que nos sentimos extraños a la tierra; que el cobijo de la noche es duda y temor. No nos podemos entender fuera del entorno conocido. Mucho de lo que nos rodea nos resulta extraño. Sentimos una falta de habituación y nos parece fuera de lo normal lo que vivimos cotidianamente. Nos habita la extrañeza. Aquel que experimenta la extrañeza es el extranjero.

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El Mundo

Somos arrojados e insertados en un mundo existente, a saber, principalmente, el mundo que domina culturalmente en ese momento. Un mundo de hábitos, valores, costumbres, decires: “bien y mal”, “rebelión de las masas”, “cuidado, eso es muy riesgoso”, “no seas egoísta”, “¡por allá no imbécil, te vas a perder!”, “¿por qué me suceden a mí estás cosas si soy tan buena persona?”, etc.

Una época complicada para los espíritus rebeldes, la saturación confunde la razón. Dice Sloterdijk:

“La actual es la época del mundo en la que el mundo es todo lo que se puede ser. Por eso, la modernidad es, esencialmente, la época de los media, de la comunicación y de la automediación. Como recompensa de la operación de imponer absolutamente el mundo, adquirimos un concepto tardío y posterior, puesto que no se puede exhibir si no es en la más avanzada modernidad, que viene a ser vivir en un mundo que, por decirlo así, se ha tragado su antigua trascendencia hacia lo interior y superior. El mundo tiene que convertirse ahora en el medio todopoderoso que tiene que llevar a cabo, en su autoproducción, el efecto de Dios y el del alma, o equivalentes en ambos”4.

El mundo se nos ha impuesto, o mejor dicho, hemos aceptado la idea de que <<el mundo es como es>> y que <<no hay nada que hacer>>, por el mantenimiento de nuestra comodidad. Se hace un mundo finito plagado de fronteras, de criterios restrictivos: esto y aquello, yo y tu, adentro y afuera. Lo que se cree comprender por sí mismo bajo la creencia de que no necesita criticarse terminará siendo un dogma, una cárcel con barrotes inmateriales: el mundo limitado a lo humano y su finita comprensión mediante la explicación.

“Cuando la Filosofía dejó de ser guía para dedicarse a la producción de universales mediante los cuales pretendía edificar un mundo seguro y estable, dejó al hombre huérfano, inadaptado aún en ese mundo demasiado angosto, debiendo adoptar una identidad de la que solamente podía revestirse como de una máscara [refiriéndose Sloterdijk al racionalismo]. Mas cuando la máscara logró por fin adherirse a la piel de tal manera que hasta se confundían sus pliegues con los de ella, esta filosofía dejó al hombre en el más profundo desamparo: le arrancó la máscara y, con ella, el rostro […] había perdido sentido el ser que le daba sentido. La vida apareció de nuevo como lo que era antes de su organización racional: extraña, confusa”5.

No se busca dejar a un lado la razón, pues sin ella la vida sería un delirio. Sin embargo, la razón no es suficiente para rozar al ser, ella —la razón— querrá asir lo inasible para explicarlo, y el ser no se deja agarrar, definir, reducir a una serie de atributos ni metafísicos, ni morales, ni cientificistas.

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Razón y misterio

Eduardo Nicol reconoce la hermosura de las teorías dualista de cuerpo y alma, y que, sin embargo, resultan “perfectamente inadmisibles”6, pues pretenden dar razón de lo irreductiblemente irracional. Para él (como para muchos otros filósofos contemporáneos), el ser debe de dejar de verse como un problema de orden dualista y remitirlo al nivel cósmico, donde su alumbramiento sea una cuestión por el mismo misterio del origen, pues “[e]l origen es lo que da razón del ser. El ser del hombre es verbo. El verbo nace de la materia. Lo cual es imposible. Y aquí termina el asunto. No hay motivo para el desconsuelo. El hecho es que estamos rodeados de misterio”7.

El misterio merece nuestro asombro. Si la presencia de lo errático en nosotros motiva la búsqueda de nuestro origen y trayecto, tendremos explicaciones. Si, además, complementariamente, podemos presenciar lo errático como condición manifiesta del ahora y aquí en el momento preciso en que es experimentado, tal vez sea una llave inexplicable que nos acompañe a tocar las puertas del infinito.

Referencias:

1 E. Reynard, Protecting stones: conservation of erratic blocks in Switzerland. Dimesion Stone, R. Prikryl. Londres: Taylor & Francis Group, 1a edición, 2004.

2 Sloterdijk, El extrañamiento del mundo. Trad. Eduardo Gil Bera. Valencia: Pre-Textos, 1ª edición, 2001.

3 Metoikesis también se refiere a la reubicación voluntaria de ciudad que hacían los griegos durante las guerras con Persia. Nancy Demand, Herodotus and Metoikesis in the Persian Wars, The American Journal of Philology. Vol. 109, No.3 (Autumn, 1988), pp. 416-423

4 Sloterdijk.

5 Chantal Maillard, La creación por la metáfora, introducción a la razón poética. Barcelona: Anthropos, 1ª edición, 1992.

6 Eduardo Nicol, Formas de hablar sublimes, poesía y filosofía. México: UNAM, 1ª edición, 1990.

7 idem

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