La distinción de clases en el pesamiento de Averroes (extractos)

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Extractos del ensayo “La distinción de clases en el pesamiento de Averroes”:

Encontramos, por tanto, que los más expertos en el arte del debate teológico se refugian negando la conexión necesaria entre la condición y lo condicionado, entre una cosa y su definición entre una cosa y su causa, y entre una cosa y su signo. Todo esto es sofistería y sinsentido.

Averroes

Al leer acerca del filósofo cordobés Ibn Rušd (el Averroes de los latinos), llama fuertemente nuestra atención aquella consideración interpretada por algunos estudiosos de su pensamiento sobre la necesidad de distinguir entre clases de personas.

Hacia el siglo XII la región musulmana vivía en pugna por el gran número de sectas filosóficas y religiosas. Averroes creía que la riña entre sectas se debía a que se autorizaba el acceso a la filosofía a espíritus incapaces de comprenderla. Se preguntaba si debía el Corán estar en las manos de cualquiera y si cualquiera podría interpretar y transmitir su mensaje de manera fidedigna.

¿Qué entendía Averroes por “ser capaz de interpretar”? ¿Creía que había una manera correcta de hacerlo? ¿Se llegaría a una verdad incorregible, perfecta y suficiente? ¿Habían diferentes verdades? ¿Tenía una pretensión de dominación de los “capaces” sobre los “incapaces”?

La distinción de clases en el pesamiento

Averroes propuso una clasificación de los lectores del Corán con base en el grado de comprensión de los textos sagrados, exigiendo que: a) el espíritu buscara un nivel superior al que fuera capaz de interpretar y b) las interpretaciones jamás debían divulgarse entre las clases inferiores del espíritu, pues éstas estaban reservadas a las clases superiores. De no acatar lo anterior, se corría el riesgo de utilizar “métodos híbridos” de interpretación, que mezclaban argumentos oratorios, con dialéctica y demostración, siendo “fuente inagotable de herejía[1]”.

Así, en opinión de Averroes, los ignorantes veían en el Corán un sentido exterior y simbólico, mientras que los sabios lo interpretaban en un sentido interior y oculto. De manera que, con el propósito de detener o aminorar la mala interpretación del Corán por parte de los espíritus, abogaba por una clasificación en base a “tres categorías de espíritus y tres clases de hombres, que correspondían a dichos grados: Primero, los hombres de demostración, que exigen pruebas rigurosas de los necesario a lo necesario por lo necesario; segundo, los hombres dialécticos, que se satisfacen con argumentos probables; y tercero, los hombres de exhortación, a los que bastan los argumentos oratorios que apelan a la imaginación y a las pasiones[2]”.

Contrario a al-Fārābī, quien intentaba explicar la multiplicidad de lo real, Averroes sigue a Aristóteles en la idea de que el universo es uno y surge de lo uno. Comenta Cruz Hernández: “…mira al mundo como un cosmos actual, visto desde aquí y ahora, con mirada estrictamente humana[3]”.

Metafísica de Averroes

¿Qué y cómo se conoce lo que es? El vulgo y los privilegiados. Los primeros, explica Gómez Nogales, tienen tantas verdades como individuos hay; sus verdades son verdades imperfectas y parciales; intelectualizan por medio de la imaginación, teniendo éstas una caducidad continua como las imágenes mismas; su objetivo es práctico. En contraste, los privilegiados (los filósofos) muestran unidad en el contenido que hay en cada uno de ellos, accesado este contenido desde diferentes entendimientos. Es decir, mientras que la verdad es única, el entendimiento es diverso. En este sentido comenta Gómez Nogales que “lo que defiende Averroes en los privilegiados no son los entendimientos, sino el contenido que hay en cada uno de ellos. No hay entendimiento único. Sino que los inteligibles (que son múltiples en el vulgo y en todos los procesos de iniciación del conocimiento y de las ciencias imperfectas) llegan a ser idénticos cuando se alcanza el grado último y más perfecto de la verdad[4]”.

Por su parte, la inteligibilidad del vulgo, que es múltiple en el privilegiado, llega a ser idéntica “cuando se alcanza el grado último y más perfecto de la verdad[5]”. El entendimiento de los privilegiados es finito pues se origina de un Dios que se diversifica; éste entendimiento se da “por inspiración de Dios […] la verdad inspirada es necesariamente única y no puede engendrar dos inteligibles distintos[6]”. Vulgo y filósofo se van acercando con más o menos aproximación a una verdad única. La verdad no es distinta, es la misma para todos. Una misma verdad, pero indica Gómez Nogales, adquirida con métodos distintos: “el vulgar, basado en imágenes que son eso, imágenes, y no la verdad pura, y que está orientado sólo a la práctica, y no a la contemplación teórica; y otro, el filósofo […] nos lleva a la verdad pura por medio de raciocinios apodícticos y de una intuición metafísica[7]”.

¿Raciocinios apodícticos? Aquellos que son incondicionalmente ciertos, necesariamente válidos. Dice Averroes: “El razonamiento filosófico no nos conducirá a conclusión alguna contraria a la Verdad consignada en la Revelación divina, porque la Verdad no puede contradecir a la Verdad, sino armonizarse con ella y servirle de testimonio confirmativo[8]”. Como se había comentado anteriormente, esta afirmación significa que, para Averroes, no existen dos verdades sino dos caminos diferentes que conducen a la única verdad: “la existencia de Dios y su incomprensible unicidad[9]”.

¿Intuición metafísica? Es “identidad” en el sentido de los místicos, o “unión” como es empleado por los filósofos. ¿Identidad o unión de qué? “… un contacto interno con la imagen que de las cosas hay en el alma, al ser ésta una especie de microcosmos por medio de la semejanza que hay en ella con todas las cosas, y sobre todo con los inteligibles materiales, incluido el mismo Dios[10]”.

Sólo los privilegiados alcanzan la perfección intelectual, pues el contenido de los inteligibles en todos ellos es idéntico, y no como los inteligibles parciales del vulgo que al ser imperfectos son distintos.

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Bibliografía:
  • Andrés Martínez Lorca, “Ibn Rušd, renovador de la filosofía en el mundo medieval”, Al encuentro de Averroes, Andrés Martínez Lorca (coord.). Valladolid: Trotta, 1ª edición, 1993, p. 43.
  • Andrés Martínez Lorca, Maestros de occidente (Estudios sobre el pensamiento andalusí). Madrid: 1ª edición, Trotta, 2007, p. 151
  • Étienne Gilson, La filosofía en la Edad Media, Tr. Arsenio Pacios y Salvador Caballero. Madrid: Gredos, 2ª edición, 2007, p. 350.
  • [1] Idoia Maiza Ozcoidi, La concepción de la filosofía de Averroes (Análisis crítico del Tahāfut al-tahāfut). Madrid: Trotta, 1ª edición, 2001, p. 62.
  • Salvador Gómez Nogales, “Hacia una nueva interpretación de Averroes”, Al encuentro de Averroes, Andrés Martínez Lorca (coord.). Valladolid: Trotta, 1ª edición, 1993, p. 60.
  • Anthony Kenny, Medieval Philosophy, Volume II. Nueva York: Oxford, 1ª edición, 2005, p. 49
  • Miguel Cruz Hernández, La filosofía árabe. Madrid: 1ª edición, Revista de Occidente, 1963, p. 290
  • Miguel Cruz Hernández, La filosofía árabe. Madrid: 1ª edición, Revista de Occidente, 1963, p. 269


[1] Étienne Gilson, La filosofía en la Edad Media, Tr. Arsenio Pacios y Salvador Caballero. Madrid: Gredos, 2ª edición, 2007, p. 350. Al ir desarrollando la presente investigación nos damos cuenta que el tono que utiliza Gilson puede orillar a un lector sólo de su fuente a concebir un Averroes “resentido” o “discriminante”. Ya veremos que, en opinión de estudioso más actuales no es tal.

[2] Étienne Gilson (2007), p. 349

[3] Miguel Cruz Hernández, La filosofía árabe. Madrid: 1ª edición, Revista de Occidente, 1963, p. 290

[4] Salvador Gómez Nogales (1993), p.61.

[5] Ibidem

[6] Ibidem

[7] Ibidem

[8] Cita de texto de Averroes en Idoia Maiza Ozcoidi (2001), p. 62.

[9] Idoia Maiza Ozcoidi (2001), p. 62.

[10] Salvador Gómez Nogales (1993), p.66.


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